No es una paradoja realmente existió un Adolf Hitler judío.
“Aquí descansan los restos mortales de ADOLF HITLER.
Fallecido el 26 de octubre de 1892 a la edad de 60 años. Rueguen por su
alma”, se lee en rumano y hebreo en una tumba del cementerio judío “Filantropía” de Bucarest.
No se frote los ojos, es cierto. La historia de este bucarestino de fe judaica cuenta el cronista de la judería rumana Marius Mircu en un libro titulado “Filantropía, un cementerio lleno de vida”.
Sorprendido por esta insólita coincidencia digna del más irreverente humor negro, Mircu rastreó en los archivos y descubrió que nuestro Adolf Hitler de Bucarest tenía un taller y una tienda de sombreros en la calle Real de la capital y era originario de Rumanía.
El sombrerero Adolf Hitler
se fue de este mundo antes de que el nazismo se abatiera como un
monstruo sobre el continente europeo. Pero tener el mismo nombre que el “Führer” perturbaría por décadas la paz de su memoria.
Nuestro Hitler rumano, que como está documentado por Mircu hizo publicidad de su negocio en un periódico yidish de su tiempo, jamás habría pensado que regresaría a la prensa mundial por razones tan distintas a su oficio.