domingo, 22 de julio de 2012

El destino del Bashar al-Assad, apodado el autista, depende de lo que decida Moscú


¿Que querrá decir Putin con este gesto?

Mientras le llega el momento de ser barrido por el viento de la Historia, cada vez más solo en su palacio de Damasco, Bashar al-Assad duda entre partir al exilio, replegarse o resistir. 
El "presidente autista" -como lo llaman aliados y enemigos- no parece haber comprendido que, al final, su destino depende de lo que decida Moscú.
"Los próximos días serán cruciales para el régimen, pero no creo que haya grandes cambios -afirma la profesora Gala Rihani, especialista de Siria-. 
La situación seguirá degradándose, pero será necesario mucho más para terminar con el régimen", precisa.
El feroz atentado perpetrado la semana pasada en Damasco en el corazón mismo del aparato represivo del régimen, fue sin duda el golpe más violento contra el clan Al-Assad desde que comenzó la rebelión popular hace 18 meses. Ese ataque marcó un cambio decisivo en la sangrienta guerra civil que ya dejó más de 20.000 muertos, porque la rebelión demostró su capacidad de azotar al poder al más alto nivel.
Pero la dictadura siria conserva, por el momento, medios suficientes para resistir. Entre la espada y la pared, la familia Al-Assad seguramente intensificará la represión militar infligiendo a su pueblo semanas o meses de más sufrimiento.
El conflicto que azota al país ya ha dejado de estar confinado a algunas regiones: ahora se trata de una guerra civil expandida a las ciudades más grandes y a las fronteras, en la que lo que está en juego es el control de la capital.
Hasta la semana pasada, Damasco era considerada como un bastión inexpugnable del régimen. Los combates que se libraron allí en los últimos días son los más violentos desde que comenzó la rebelión. Según el general Aviv Kochavi, jefe de inteligencia militar israelí, el régimen sirio "retiró cantidad de fuerzas de la meseta del Golán" para enviarlas a las zonas de conflicto internas, sobre todo hacia la capital.
"Mientras Al-Assad controle la capital, puede mantener la sede del gobierno y la legitimidad del poder. El despliegue de las tropas del Golán y de la frontera iraquí hacia la capital, asumiendo el riesgo de desproteger los frentes, demuestra que quiere aguantar", señala el francés Fabrice Balanche, experto en la comunidad siria alauita, a la que pertenece la familia Al-Assad. "Hay una dimensión «tierra quemada» en Damasco que respalda más bien la tesis de «golpear hasta el fin» en lugares en los que se piensa mantener y, si no lo logra, replegarse después'", agrega Balanche.
Esa estrategia podría funcionar durante algún tiempo, como lo demostró la recuperación del barrio de Midan, ocupado por los rebeldes. "Sin embargo, la caída de Damasco podría producirse más rápido de lo previsto", señala Frédéric Encel, doctor en Geopolítica de la Universidad París.
El asesinato de Asef Shawkat, cuñado de Al-Assad y viceministro de Defensa, fue el peor golpe que recibió el régimen desde que comenzó la rebelión. La eliminación de los cuatro generales dejó un hueco difícil de llenar en el exclusivo círculo del establishment sirio. "Shawkat significa para Bashar una pérdida irreemplazable", asegura un diplomático europeo que trabajó en ese país.
Después del atentado del miércoles, la supervivencia de Al-Assad depende de los tres hombres que reemplazaron a las víctimas del acto kamikaze. El hermano más joven del presidente, Maher, comandante de la 4° Brigada y uno de los elementos más duros del régimen, es ahora el primer consejero del presidente. Otros dos veteranos de la seguridad, Ali Mamlul y Hafez Makhluf, pasaron a ocupar posiciones decisivas.
"Esos tres hombres son ahora el corazón de la represión", afirma Balanche. Ellos intentarán sin duda lanzar todas las fuerzas disponibles en la batalla. "Incluso la aviación, que hasta el momento permaneció en tierra por recomendación de Moscú. De todos modos, la imagen del régimen no puede ser peor de lo que es", señala Encel.
Si el régimen perdiera el control de Damasco, con toda seguridad intentará replegarse a la región alauita en el noroeste del país, una zona de montañas y de costa mediterránea. Esa opción es más que una especulación: no sólo Al-Assad estaría protegido por su propio clan, sino que quedaría a un paso de la base militar rusa de Tartus. Los rebeldes afirman que el régimen acumula en ese sitio desde hace tiempo un formidable arsenal para resistir todo lo que sea necesario.
"La defensa podría durar meses y adquirir un cariz abiertamente clánico -entre alauitas y sunnitas, la comunidad mayoritaria en Siria- con verdaderas líneas de demarcación", estima Joseph Bahout, especialista del Instituto de Estudios Políticos de París. En ese caso, el riesgo de depuración étnica es bien real y Al-Assad -como sucedió antes con el líder libio Muammar Khadafy- podría terminar abandonado por su comunidad, acusado de no haber hecho nada por evitarle violencia, sangre y muerte.
Otras dos opciones se presentan a Bashar al-Assad: una es la muerte, la otra es el exilio. Hay quienes afirman que el presidente sirio estaría dispuesto a resistir en Damasco hasta el final. Si ésa fuera su intención, los occidentales temen que -en un gesto desesperado- decida utilizar su arsenal de armas químicas.
La preocupación occidental es tan grande, que miembros del Pentágono y del Ministerio de Defensa israelí analizaron la posibilidad de atacar esos depósitos.
Cuando la situación llegue inevitablemente al punto de no retorno, Moscú seguramente aconsejará a Al-Assad que opte por el exilio. En Rusia, Irán e incluso Belarús. El régimen, sin embargo, no parece dar signos de haber llegado a ese límite. Oficialmente, el tono es más desafiante que nunca. Anteayer, la Cancillería desmintió con indignación las declaraciones del embajador de Rusia en París, Alexander Orlov, que había afirmado que Al-Assad estaba dispuesto a dejar el poder "en forma civilizada".
Pero la declaración de Orlov dejó al descubierto -con la autorización de Moscú- un cambio fundamental en el tablero político internacional. Esa frase indicó que, después de casi 18 meses de apoyo casi incondicional, el presidente Vladimir Putin considera que llegó el momento de la transición política.
Al precio de algunas concesiones, Estados Unidos parece haber convencido al presidente ruso de la necesidad de una solución "realista", a fin de evitar un segundo Irak.

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